jueves, 5 de julio de 2012

Pase sin llamar


- Doctor, doctor, auscúlteme, auscúlteme.
- Ráspido, ráspido, debajo de la mesa.
 Si entramos en una consulta médica esperando una solución del médico en dos segundos no podremos esperar más que la respuesta del chiste, aunque lo que en realidad queremos que nos diga es que no nos pasa nada. Cuando vamos al médico entramos en una espiral de violencia medicinal de la que nunca sabemos cuando vamos a salir. Eso si salimos. Radiografías, análisis de sangre, análisis de orina, ecografía, audiometría, endoscopia... resonancia magnética. Perrerías varias que pueden ser molestas o simplemente terribles. Se olvidan que al otro lado de lo que sea que manipulan hay una persona. Bueno, perrerías, ellos lo llaman pruebas. Y eso no teniendo nada, que si ya nos metemos con cosas graves, no quiero ni pensarlo. Pero por otro lado, el médico no puede decirte qué tienes o qué no tienes simplemente mirándote con fijeza a los ojos. Como mínimo necesitaría rayos X en los ojos.
Total, que vas al médico, te haces una prueba, vuelves, te manda otra, vuelves... para que al final coja todos los resultados, los mire un momento con cara de atención, tú temblando, y diga algo que a ti te suena como 'rsjatsaposijasjk de ñlaksjdras con lksejdreañlksjdrñalk'. Oyes todos los sonidos pero tu cerebro no asimila o no traduce. Lo que sea que dicen, que sueltan con toda naturalidad, tendrá sentido para un colega, pero tú que está esperando saber que le pasa a tu cuerpo te quedas con cara de idiota momento en el que el médico con cierta condescendencia pasa a un lenguaje profano en la materia y es cuando te dice que no tienes nada y que lo que te ocurre es normal. Ahí es cuando olvidas el mundo de las perrerías e incluso besarías a tu médico. Porque eso sí, en cuanto vas por segunda vez al médico se convierte en Tu médico.

viernes, 11 de febrero de 2011

Optional Geographic

Imaginemos la situación. Un chico está haciendo los deberes y le pregunta a uno de sus padres, ‘¿dónde está Burkina Faso?’. El aludido dirá algo como ‘yo que sé, dónde lo hayas dejado, yo no toco tus videojuegos’. Pero es que Burkina Faso no es un juego, una revista, un monstruo… es un país. Claro, que no siempre se llamó así, antes se llamaba Alto Volta, que reconozco que como nombre de país era una birria, porque Volta es un río. Es como Uruguay. España es un nombre bastante chulo, no sé yo si sería igual de chulo que se llamase Alrededor del Duero o Alto Duero, porque Portugal sería Bajo Duero por el mismo procedimiento. Todo esto no quita que yo estudié un país que sí existe pero ya no es el mismo.
Este año, por razones que no vienen al caso, he tenido que repasar la Geografía política. Se me cae el alma a los pies. Porque con gran esfuerzo y dedicación, con una buena dosis de memoria que reconozco que nunca me faltó, me estudié todos los países del mundo con sus respectivas capitales. Cierto es que olvidé unos cuantos y ya no digamos las capitales, pero la información está ahí, es cuestión de refrescar. Vamos, que me he dado cuenta de que mi esfuerzo y dedicación no han servido de nada. Yo pensaba que me estudiaba los países para siempre. Pues no, craso error. Los países cambian y de qué manera.
Modelo europeo. Europa es un continente de los pequeños. Si consideramos el océano en Oceanía, es el más pequeño. Siempre me llamó la atención que siendo un continente pequeño tenía tantos o más países que otros continentes, por ejemplo América, que es enorme y tiene menos países. Pues se ve que esta reflexión sólo se me ha ocurrido a mí, porque si antes había muchos países ahora hay muchos más. Echo un vistazo al mapa y allí donde yo tenía un país me encuentro un mosaico de países, como si hubiese habido una epidemia que deshiciese los países en mil pedazos. Yo estudié Yugoslavia. Un país, una capital, pero ahora están Serbia, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia y alguno más, con sus respectivas capitales. Y aún quieren despedazarse más. O hay dos países donde sólo había uno, como Checoslovaquia, que se ve que les parecía un nombre muy largo y lo partieron en dos. De pequeña estaba la URSS. Bueno, se tenía que saber que eso era unión de repúblicas soviéticas. Y era genial, porque eliminabas mogollón de mapa de una sola vez. Pero eso fue mientras fueron amigos. Debieron enfadarse por alguna cosa porque la unión se fue al traste y ahora hay que estudiar cada una de las repúblicas. Es como si los Estados Unidos, que todo hay que decirlo, vaya no nombre, se desuniesen y hubiera que estudiar cada uno de los 50 estados. Y qué nombres. Algunos son más llevaderos. No veo yo más extraño Ucrania que Francia. Pero cuando empezamos con los Kazajistán, Kirijistán, Uzbekistán, Tarantantán… yo me pierdo, eso si no se me ha trabado la lengua primero. Me sobrepasa.
Modelo aficano. No me gusta el nombre, lo cambio por otro. Hasta cierto punto se puede entender porque es un continente en el que los nombres han venido impuestos de fuera. Pero cámbialo cuando te independices y una sola vez, que parece que se han apuntado al busque, compare y si encuentra algo mejor se me cambia de nombre. Un poco de seriedad. Yo estudié Guinea y Guinea Ecuatorial. Ahora están Guinea Ecuatorial, Guinea Conakry y Guinea Bissau. Digamos que el premio al nombre más original no se llevan, parece que sólo lo han hecho para fastidiar. Ah, los europeos, nos esclavizaron, nos explotaron. Pues ahora sus hijos nunca van a saber qué países hay en África, cuando se los aprendan los volvemos a cambiar. Rhodesia del norte y del sur. Nada, nada, esos nombres son feísimos, mejor Zimbabwe y Botswana. Así es imposible. El modelo estrella es la República Democrática del Congo. Yo lo llegué a conocer como Congo belga, que lo de belga ya es cachondeíto cuando el país llevaba años siendo independiente. Después se llamó Zaire. Poco era para sus anhelos renovadores, así que volvieron a cambiar de nombre y pasó a ser la República Democrática del Congo. Un rasgo de originalidad sin precedentes porque ya había un país que se llamaba República del Congo, con la capital justo enfrente de la suya, y casualmente con el mismo nombre del río que los separa. De todas formas no creo que sea el último cambio. He oído que pretender llamarse República Popular del Congo.

No pienso estudiar Geografía nunca más, si quiero saber algo ya consultaré Google Maps, por si hay algún cambio de último momento.

lunes, 31 de enero de 2011

El aúlla de Händel

Sí, he puesto aúlla. Puede ser que nadie conozca la obra, con gran probabilidad, pero existe. Es posible, incluso, que ni el propio autor.
Pero repito, la obra existe.
Es una verdad irrefutable que todo coro aficionado sabe que si quiere arrancar un aplauso-ovación-elestadiopuedevenirseabajo sabe que tiene que acabar cualquier concierto con un gran fortíssimo in crescendo. Vamos, a todo dar. ¿Y qué mejor obra para esto que el mal llamado Alleluya de Händel? Siempre que lo he cantado ha sido en coros de aficionados, de mayor o menor tamaño, pero lo que no ha variado es la gran intensidad que ponen todos los componentes del coro.
La última vez que lo he cantado ha sido estas navidades. Tremendo. Como es tradición nos reunimos varios coros para cantar un concierto navideño. Si un sólo coro ya puede llegar a lo que viene a ser un avión a reacción, ocho coros juntos pueden mover edificios sólo con el sonido, que yo a veces creo que entro en un lugar de una ciudad y después de cantar puedo salir en otra. Pero es que además hay algunos coralistas que ponen tal empeño que podrían echarte al suelo con el chorro de voz que emiten. Hay que quitarse del medio de inmediato o poner algún objeto como parapeto. Yo creo que alguno pierde las cuerdas vocales en el intento, pero porque se le salen. ¿Y qué decir de los oídos? Como te toque al lado uno de esos que se lo toman a pecho, estás perdido, porque no recuperas la audición en dos o tres días, fijo. Desde mi punto de vista los que se llevan la palma en el mundo del aullido son los bajos y las sopranos. Lo de las sopranos es hasta cierto punto comprensible. Somos aficionados, llega un momento en el que o aúllan o no llegan, porque se les pide llegar bastante alto. Pero ¿los bajos? Viene a ser algo así como 'aquí estamos nosotros, ojo'. Claro, que hay momentos en los que piensas, 'qué razón tenéis, yo me largo a toda pastilla'. En fin, puede resultar divertido porque cantar pasa a ser algo secundario, una excusa, lo importante es que se te oiga por encima de todo y todos. Normalmente la cosa empieza bien, el órgano da la entrada y el coro entra con el típico aalleluya, aalleluya, lo que conoce todo el mundo. En cuanto se sale de esa zona, que es en la página dos, la cosa se desmadra. Entran los bajos en acción, la mitad del coro no se sabe ni la letra ni la música, pasan a modo playback, se llega a una zona conocida y se renuevan los ánimos, se va aumentando el volumen, llega el momento estelar de las sopranos... A todo esto, hay un director, aunque no lo parezca. Cree que está dirigiendo, pero a estas alturas el coro es ya un potro desbocado. Si intenta hacer alguna indicación es probable que sea un desastre. Lo más que puede hacer es aguantar el tipo. En realidad su trabajo ha sido con las obras anteriores, donde hasta se puede lucir, pero el aúlla es del coro. Para qué engañarnos. Tras el momento estelar de las sopranos ya sólo se puede ir a más. No se va a quedar el resto del coro a la zaga y ellas menos. Y en este crescendo se llega al final, con pausa dramática, no olvidemos que es una obra barroca, y ya estamos preparados para el broche fin de fiesta. El coro ya está exhausto, viene a la carrera por el mundo del forte al fortissimo, pero queda el sprint y no se puede desfallecer, así que se aprovecha la pausa para coger fuerzas y echar el resto. El último aullido no tiene ni siquiera calificativo. Tiemblan las paredes aunque sean de piedra. El público reacciona como se espera de él, el aplauso-ovación-elestadiosepuedevenirabajo no se hace esperar. Todo un éxito. Pero todo un éxito del Aúlla, que el Alleluya se canta.

miércoles, 5 de mayo de 2010

¿Qué es capilla ardiente?

Hay veces que las palabras dan pie a serias reflexiones. Supongo que palabras y expresiones tienen su historia y perdemos su significado original, pero además polisemias y varios usos dan un cierto juego.
Esta semana santa llevé a mi sobrino mayor, aunque sólo tiene seis años, a ver la una procesión, la más larga de mi pueblo. Que conste que quería él. El caso es que debido a su corta edad me dediqué a irle explicando los pasos para que al menos supiera qué estaba viendo. El cuarto paso era el prendimiento. Yo le dije que los soldados romanos prendieron a Jesús y él me preguntó, con una lógica francamente aplastante '¿le prendieron fuego?'. Intentando contener la risa, porque él me lo preguntaba muy en serio, yo le dije que prender es agarrar, que le cogieron. Es evidente que si le hubieran prendido fuego en el huerto de los olivos la historia sería muy otra y la procesión terminaría ahí mismo. Bueno, supongo que habría un paso con Cristo en llamas, pero en fin, no voy a ponerme a elucubrar sobre esto.
Yo también tengo una duda, pero no sé si alguien me la podrá explicar con tanta facilidad, '¿qué es una capilla ardiente?'. Cada vez que muere un personaje ilustre o simplemente famoso se monta rápidamente una capilla ardiente. Todo este montaje sale en televisión, a veces varias veces. Sin embargo, yo nunca he visto una capilla ardiendo, vamos que no tiene prendimiento. La imagen es interesante, ha muerto menganito y se ha montado la capilla ardiente en el ayuntamiento. Vamos que la capilla tampoco es una capilla, es algo que montan para la circunstancia. Y de repente que la capilla fuese pasto de las llamas, tipo combustión espontánea. Claro, que cualquiera se atrevería a presentar sus respetos al muerto, ¿arderá ahora? ¿me dará tiempo a huir? En fin, estoy convencida de que esto tuvo sentido en algún momento, sentido bastante distinto al que yo imagino, y que alguien amablemente me lo podría explicar.

viernes, 23 de abril de 2010

La tierra nos odia

Como animal estúpido no tenemos precio. Cuando parece que hemos hecho la estupidez mayor, aún somos capaces de hacer una todavía más estúpida. Es triste, pero la estupidez en el ser humano es ilimitada. Me ha costado mucho aceptarlo, pero hace un par de años tuve que rendirme a la evidencia de que mientras que la inteligencia humana se puede desarrollar hasta un punto, la estupidez sufre un aumento exponencial hasta el infinito. Ya lo dijo Einstein, algo que han recogido muchos antes que yo:

Sólo hay dos cosas infinitas,

el universo y la estupidez humana,

y de lo primero no estoy muy seguro.

El asunto es que ejemplos de estupidez humana nos dan los telediarios y programas supuestamente de información todos los días. En realidad lo presentan como denuncia de los terribles problemas que sufren algunos, pero en realidad demuestran que las personas merecemos lo que nos pasa. Cuatro tíos se quedan encerrados en un ascensor en nochebuena durante 5 horas. Angelicos. Por supuesto, al día siguiente salen en un programa de la tarde quejándose amargamente de lo mal que lo pasaron y de que este país parece tercermundista, por lo que tardaron en sacarlos. Pues suerte que los sacaron. No conozco los entresijos de otros casos, pero esto sucedió en casa de mis tíos, con los que estábamos mi madre y yo pasando la misma nochebuena. Para empezar los ascensores estaban en rodaje, que no sabía yo que los ascensores necesitaran rodar, pero bueno. Para seguir se quedaron en el peor sitio, entre el garaje y el portal, que es todo pared. Hubo que enganchar el ascensor por arriba y tirar. Y la realidad, el ascensor es para cuatro personas/300 kg. Cuatro eran, pero 360 kg también. Saquen señores sus propias conclusiones.
Si no tuviéramos suficiente con la gente corriente, ahí están los periodistas, fuente de risión donde las haya. Aún recuerdo, porque se me quedó grabado a fuego, una noticia sobre un tiburón que se había pescado no sé dónde, que la periodista de turno comentaba con pelos y señales. La alarma saltó cuando la tal periodista dijo 'este mamífero'. Fijo que esta en el instituto se pasaba el día diciendo 'pero de que nos sirve saber que Moby Dick era una gallina'. Yo me imagino al tiburón en el momento de ser amamantado, como buen mamífero. No creo que la madre tiburón superase la primera toma. También está la del tiempo que dijo que iba a nevar a nivel del suelo. Genial, te subes a una banqueta y ya no nieva.
Me llama mucho la atención la cantidad de terremotos que hay últimamente. Pero además ahora estalla un volcán. Cierto es que este año aún no han aparecido los grandes huracanes que asolaron diversos países no hace mucho, pero para mí que es un cambio de estrategia. Como soplando no echo a estos de aquí, voy a ver si me los sacudo de encima. Si señor, la Tierra nos quiere echar. No me extraña. No pagamos alquiler, no compensamos a la Tierra de ninguna manera, la vamos destruyendo de todas las formas que se nos ocurren y encima somos el animal más estúpido que la puebla. Si yo fuera la Tierra haría exactamente lo mismo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Maneras muy, pero que muy drásticas de cambiar el mundo

En esta bonita semana en la que los líderes mundiales se han reunido para, como siempre, no llegar a ningún acuerdo para solucionar los problemas ecológicos del mundo, yo quiero aportar mi granito de arena. Bien es cierto, que este granito es radical a la par que desvariante, pero por ideas que no sea.
Para empezar quiero partir de la idea de que el problema no es grave desde el punto de vista humano. Si el hombre consiguió sobrevivir como especie fue gracias a su capacidad de adaptación al entorno, en las condiciones que fueran. De hecho como animal tenemos que reconocer que somos francamente malos, vamos que los otros nos dan cien vueltas o así, pero como ventaja podíamos vivir donde nos diese la gana y nuestras herramientas eran mucho mejores.
Sin embargo, llegó un momento en que dejamos de adaptarnos y empezamos a adaptar el mundo a nosotros. Así hasta hoy y ya llevamos 10.000 años, que en el cómputo total de la edad de la tierra no es mucho, pero en sí mismo creo que son demasiados años. Lo cual me lleva a pensar en si somos capaces de seguir adaptándonos. Sí, nuestro espíritu de supervivencia es enorme, pero no sé yo si nuestra parte animal no habrá medio muerto. Y lo pienso porque para mí que lo vamos a necesitar. 10.000 años estropeando el mundo, porque esto no viene de ayer a última hora, son muchos años para arreglar lo ya estropeado, sobretodo porque no hay propósito de enmienda. Denunciar sí, pero hasta ahí.
Si hacemos caso a las películas americanas, me refiero a las catastróficas, pase lo que pase, acabaremos saliendo adelante, no individualmente pero sí como especie. La tierra se va a tener que esforzar más para acabar con los seres humanos. El caso es que catástrofes hay de todo tipo y para todos los gustos, tornados, terremotos, tsunamis, meteoritos, glaciaciones, alienígenas, inundación masiva... y eso que no he visto la de 2012, que debe ser espectacular, aunque supongo que mucho fin del mundo pero fijo que alguien salva la tierra en el último momento. Con el libro El quinto día también me hice ilusiones y al final se encontró la salvación. Y cuando se dice salvar el mundo, no nos confundamos, es que se salven los protagonistas, o sea, nosotros. En fin, yo siempre he pensado que sería testigo del fin del mundo, como espectáculo tiene que ser lo más.
Puesto que los líderes mundiales no van a descontaminar lo mundial que lideran ni nada semejante, he pensado yo que podrían tomarse algunas medidas para poder irnos adaptando a un nuevo mundo, un poco más feo, más asqueroso y más raro que el que ya tenemos ahora. Eso sí, medidas más allá de drásticas, ya lo digo en el título.
Para empezar hay que solucionar el problema de la subida del nivel del mar. Ya llevan avisando desde hace tiempo de que los glaciares se derriten y por tanto sube el nivel del mar. Bien, la solución es tan evidente que no entiendo por qué sólo se me ha ocurrido a mí. Apliquemos la ley de Arquímedes:

todo cuerpo sumergido en un fluido

experimenta un empuje vertical y hacia arriba

igual al peso de fluido desalojado

Vamos que si metes algo en el agua, el nivel del agua sube proporcionalmente a lo que metes (que mal suena esto). Es decir, que si quieres que baje el nivel del agua saca cosas. Y ¿qué es lo más grande que hay en el mar? Exacto, los cetáceos. Pues fuera todos del agua.

Seguro que a los japoneses les entra un ataque de alegría que lo celebran durante un año, o durante el tiempo que tarden en sacar todos los cetáceos del agua, lo que ocurra primero. Que sí, que las ballenas son muy monas y todo eso, pero ¿para qué nos sirven en el mar? Para nada. Al fin y al cabo, lo de la diversidad de especies todavía no está explicado a nivel práctico. Si aún así el nivel del mar sigue subiendo, pues es el turno de los escualos, qué se le va a hacer. Seguro que los surfistas australianos lo agradecen, sus extremidades también y bañistas de todo el mundo lo considerarán como algo positivo. ¿No dicen que son de la era ternaria? Bueno, pues ya llevan mucho tiempo en la tierra, más que nosotros. Que hubieran evolucionado. Sí que es verdad que los productores de joligud perderán malvados, pero ya encontrarán otra cosa, no sé, el pez payaso gigante, que creció demasiado por algún experimento nuclear, o la estrella de mar mutante, por algún experimento genético. Si con todo esto no basta, pues que suba el nivel del mar. Yo he visto las recreaciones de Greenpeace y a mí no me parece muy mal que desaparezcan horrores como Benidorm, voy a ser sincera, prefiero una enorme playa a esa enorme acumulación de edificios, todos iguales...

El última instancia acabaríamos como los de Waterworld y la verdad es que no se apañaban mal del todo, aunque estaban locos por encontrar tierra firme, supongo que para no cambiar de nombre al planeta.

Otro problema, la superpoblación. Hay recursos para todos, pero claro, habría que gestionarlos correctamente y eso da mucho trabajo. Pues eliminemos población. Los recursos no se van a gestionar mejor, pero al menos no hay cargo de conciencia y oye, menos gente repirando es menos CO2 que va a la atmósfera, menos consumo, menos fábricas, menos automóviles, menos de todo. Para empezar habría que empezar por los lugares superpoblados o sobrepoblados, ya no sé cómo es. ¿Dónde hay más gente? La respuesta es fácil, en China y en India. Pues fuera todos. Con esta drástica reducción la población queda a dos tercios de lo que había. Si además aplicamos el razonamiento de San Agustín de Hipona, obispo y padre de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, vamos, que no es un pelagatos de morondanga, podemos liquidar a todos aquellos que fastidien un poco en la salvación del mundo. Según el santo, si es que después de leer esto se le puede considerar así, 'que importancia tiene la forma de la muerte con que acaba la vida, jamás ha muerto alguien que no tuviese que morir algún día'. (Esto deja muy mal a la Iglesia en su defensa de la vida, pero bueno ese es otro tema). Así, que si se liquida a media humanidad, que ya está sobrando, qué importa, si total tenían que morir de todas formas. Pues que lo hagan con algún beneficio para alguien. Y como la idea se me ocurrió a mí, pues que mueran los otros.

Estas dos medidas ya paliarían algo los efectos del ser humano en el planeta, lo que permitiría que nos fuéramos preparando para las catástrofes venideras, porque con eso no se solucionan, y para un mundo distinto y si esto no puede ser, pues la tercera solución será sacar una entrada en primera fila para no perderse el gran fin de fiesta que será el fin del mundo o de la humanidad, no lo tengo muy claro.

domingo, 29 de noviembre de 2009

¿Quién se acuerda de Duralex?

Bien, no me refiero a Dura lex, sed lex. Supongo que lo habréis comprendido todos aquellos que tengáis unos años, porque ahora me parece que es bastante difícil encontra duralex por ahí, es más fácil encontrar ikea. He pensado dedicar esta entrada, como espero que muchas otras, a la pequeñez. Para mí siempre ha sido un misterio el material con que estaban hechos estos 'pequeños seres' fundamentales en la vajilla de toda cocina que se preciara. El caso es que siempre supuse que lo de duralex hacía referencia a las piezas estaban hechas de material indestructible y por eso duraban tanto. En la casa de mi madre y en la de mi tía todavía hay vasos, tazas, platos... de cuando se casaron más allá de la edad media, calculo yo, porque yo soy más o menos de esa época. Así que resistir resisten. Incluso he visto con mis propios ojos cómo se caía un vaso, grande o pequeño, da igual, rodar por media cocina, chocar con la pata de la mesa, la pared, el frigorífico, rebotar, dar vueltas y por fin parar. Milagrosamente, ni un rasguño. Pero, ¿qué clase de cristal es ese? Eso si es cristal, que yo ya empiezo a dudarlo. Ante semejante prueba de fortaleza se plantea uno el por qué no estarán más cosas hechas de tal material. Mesas irrompibles, puertas a prueba de niños, sillas para toda la vida, la de tus hijos y la de tus nietos, y ya puestos, coches, mobiliario urbano, teléfonos de única generación, y todo aquello a lo que se pueda coger afecto y que no quieres perder nunca más. Pero el material este tiene truco, sino todo esto ya se le habría ocurrido a alguien. Lo mismo que hacía todo un recorrido por la cocina sin que le pasase algo, basta un ligero toque para que se haga añicos, pero añicos del tamaño de una uña, una uña pequeña quiero decir. Después de recoger todo con sumo cuidado, aún te pasabas dos semanas encontrando trocitos que habían ido a parar a los lugares más recónditos, gracias a su tamaño. Por eso es un misterio para mí, ¿cómo algo que puede ser tan fuerte puede hacerse añicos de esa manera? Ahora mismo se me acaba de ocurrir que podría ser una metáfora del corazón, pero no quiero ponerme cursi.