jueves, 5 de julio de 2012
Pase sin llamar
viernes, 11 de febrero de 2011
Optional Geographic
Este año, por razones que no vienen al caso, he tenido que repasar la Geografía política. Se me cae el alma a los pies. Porque con gran esfuerzo y dedicación, con una buena dosis de memoria que reconozco que nunca me faltó, me estudié todos los países del mundo con sus respectivas capitales. Cierto es que olvidé unos cuantos y ya no digamos las capitales, pero la información está ahí, es cuestión de refrescar. Vamos, que me he dado cuenta de que mi esfuerzo y dedicación no han servido de nada. Yo pensaba que me estudiaba los países para siempre. Pues no, craso error. Los países cambian y de qué manera.
Modelo europeo. Europa es un continente de los pequeños. Si consideramos el océano en Oceanía, es el más pequeño. Siempre me llamó la atención que siendo un continente pequeño tenía tantos o más países que otros continentes, por ejemplo América, que es enorme y tiene menos países. Pues se ve que esta reflexión sólo se me ha ocurrido a mí, porque si antes había muchos países ahora hay muchos más. Echo un vistazo al mapa y allí donde yo tenía un país me encuentro un mosaico de países, como si hubiese habido una epidemia que deshiciese los países en mil pedazos. Yo estudié Yugoslavia. Un país, una capital, pero ahora están Serbia, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia y alguno más, con sus respectivas capitales. Y aún quieren despedazarse más. O hay dos países donde sólo había uno, como Checoslovaquia, que se ve que les parecía un nombre muy largo y lo partieron en dos. De pequeña estaba la URSS. Bueno, se tenía que saber que eso era unión de repúblicas soviéticas. Y era genial, porque eliminabas mogollón de mapa de una sola vez. Pero eso fue mientras fueron amigos. Debieron enfadarse por alguna cosa porque la unión se fue al traste y ahora hay que estudiar cada una de las repúblicas. Es como si los Estados Unidos, que todo hay que decirlo, vaya no nombre, se desuniesen y hubiera que estudiar cada uno de los 50 estados. Y qué nombres. Algunos son más llevaderos. No veo yo más extraño Ucrania que Francia. Pero cuando empezamos con los Kazajistán, Kirijistán, Uzbekistán, Tarantantán… yo me pierdo, eso si no se me ha trabado la lengua primero. Me sobrepasa.
Modelo aficano. No me gusta el nombre, lo cambio por otro. Hasta cierto punto se puede entender porque es un continente en el que los nombres han venido impuestos de fuera. Pero cámbialo cuando te independices y una sola vez, que parece que se han apuntado al busque, compare y si encuentra algo mejor se me cambia de nombre. Un poco de seriedad. Yo estudié Guinea y Guinea Ecuatorial. Ahora están Guinea Ecuatorial, Guinea Conakry y Guinea Bissau. Digamos que el premio al nombre más original no se llevan, parece que sólo lo han hecho para fastidiar. Ah, los europeos, nos esclavizaron, nos explotaron. Pues ahora sus hijos nunca van a saber qué países hay en África, cuando se los aprendan los volvemos a cambiar. Rhodesia del norte y del sur. Nada, nada, esos nombres son feísimos, mejor Zimbabwe y Botswana. Así es imposible. El modelo estrella es la República Democrática del Congo. Yo lo llegué a conocer como Congo belga, que lo de belga ya es cachondeíto cuando el país llevaba años siendo independiente. Después se llamó Zaire. Poco era para sus anhelos renovadores, así que volvieron a cambiar de nombre y pasó a ser la República Democrática del Congo. Un rasgo de originalidad sin precedentes porque ya había un país que se llamaba República del Congo, con la capital justo enfrente de la suya, y casualmente con el mismo nombre del río que los separa. De todas formas no creo que sea el último cambio. He oído que pretender llamarse República Popular del Congo.
No pienso estudiar Geografía nunca más, si quiero saber algo ya consultaré Google Maps, por si hay algún cambio de último momento.
lunes, 31 de enero de 2011
El aúlla de Händel
Pero repito, la obra existe.
miércoles, 5 de mayo de 2010
¿Qué es capilla ardiente?
viernes, 23 de abril de 2010
La tierra nos odia
lunes, 14 de diciembre de 2009
Maneras muy, pero que muy drásticas de cambiar el mundo
Para empezar quiero partir de la idea de que el problema no es grave desde el punto de vista humano. Si el hombre consiguió sobrevivir como especie fue gracias a su capacidad de adaptación al entorno, en las condiciones que fueran. De hecho como animal tenemos que reconocer que somos francamente malos, vamos que los otros nos dan cien vueltas o así, pero como ventaja podíamos vivir donde nos diese la gana y nuestras herramientas eran mucho mejores.
Seguro que a los japoneses les entra un ataque de alegría que lo celebran durante un año, o durante el tiempo que tarden en sacar todos los cetáceos del agua, lo que ocurra primero. Que sí, que las ballenas son muy monas y todo eso, pero ¿para qué nos sirven en el mar? Para nada. Al fin y al cabo, lo de la diversidad de especies todavía no está explicado a nivel práctico. Si aún así el nivel del mar sigue subiendo, pues es el turno de los escualos, qué se le va a hacer. Seguro que los surfistas australianos lo agradecen, sus extremidades también y bañistas de todo el mundo lo considerarán como algo positivo. ¿No dicen que son de la era ternaria? Bueno, pues ya llevan mucho tiempo en la tierra, más que nosotros. Que hubieran evolucionado. Sí que es verdad que los productores de joligud perderán malvados, pero ya encontrarán otra cosa, no sé, el pez payaso gigante, que creció demasiado por algún experimento nuclear, o la estrella de mar mutante, por algún experimento genético. Si con todo esto no basta, pues que suba el nivel del mar. Yo he visto las recreaciones de Greenpeace y a mí no me parece muy mal que desaparezcan horrores como Benidorm, voy a ser sincera, prefiero una enorme playa a esa enorme acumulación de edificios, todos iguales...
El última instancia acabaríamos como los de Waterworld y la verdad es que no se apañaban mal del todo, aunque estaban locos por encontrar tierra firme, supongo que para no cambiar de nombre al planeta.
Otro problema, la superpoblación. Hay recursos para todos, pero claro, habría que gestionarlos correctamente y eso da mucho trabajo. Pues eliminemos población. Los recursos no se van a gestionar mejor, pero al menos no hay cargo de conciencia y oye, menos gente repirando es menos CO2 que va a la atmósfera, menos consumo, menos fábricas, menos automóviles, menos de todo. Para empezar habría que empezar por los lugares superpoblados o sobrepoblados, ya no sé cómo es. ¿Dónde hay más gente? La respuesta es fácil, en China y en India. Pues fuera todos. Con esta drástica reducción la población queda a dos tercios de lo que había. Si además aplicamos el razonamiento de San Agustín de Hipona, obispo y padre de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, vamos, que no es un pelagatos de morondanga, podemos liquidar a todos aquellos que fastidien un poco en la salvación del mundo. Según el santo, si es que después de leer esto se le puede considerar así, 'que importancia tiene la forma de la muerte con que acaba la vida, jamás ha muerto alguien que no tuviese que morir algún día'. (Esto deja muy mal a la Iglesia en su defensa de la vida, pero bueno ese es otro tema). Así, que si se liquida a media humanidad, que ya está sobrando, qué importa, si total tenían que morir de todas formas. Pues que lo hagan con algún beneficio para alguien. Y como la idea se me ocurrió a mí, pues que mueran los otros.
Estas dos medidas ya paliarían algo los efectos del ser humano en el planeta, lo que permitiría que nos fuéramos preparando para las catástrofes venideras, porque con eso no se solucionan, y para un mundo distinto y si esto no puede ser, pues la tercera solución será sacar una entrada en primera fila para no perderse el gran fin de fiesta que será el fin del mundo o de la humanidad, no lo tengo muy claro.