jueves, 5 de julio de 2012

Pase sin llamar


- Doctor, doctor, auscúlteme, auscúlteme.
- Ráspido, ráspido, debajo de la mesa.
 Si entramos en una consulta médica esperando una solución del médico en dos segundos no podremos esperar más que la respuesta del chiste, aunque lo que en realidad queremos que nos diga es que no nos pasa nada. Cuando vamos al médico entramos en una espiral de violencia medicinal de la que nunca sabemos cuando vamos a salir. Eso si salimos. Radiografías, análisis de sangre, análisis de orina, ecografía, audiometría, endoscopia... resonancia magnética. Perrerías varias que pueden ser molestas o simplemente terribles. Se olvidan que al otro lado de lo que sea que manipulan hay una persona. Bueno, perrerías, ellos lo llaman pruebas. Y eso no teniendo nada, que si ya nos metemos con cosas graves, no quiero ni pensarlo. Pero por otro lado, el médico no puede decirte qué tienes o qué no tienes simplemente mirándote con fijeza a los ojos. Como mínimo necesitaría rayos X en los ojos.
Total, que vas al médico, te haces una prueba, vuelves, te manda otra, vuelves... para que al final coja todos los resultados, los mire un momento con cara de atención, tú temblando, y diga algo que a ti te suena como 'rsjatsaposijasjk de ñlaksjdras con lksejdreañlksjdrñalk'. Oyes todos los sonidos pero tu cerebro no asimila o no traduce. Lo que sea que dicen, que sueltan con toda naturalidad, tendrá sentido para un colega, pero tú que está esperando saber que le pasa a tu cuerpo te quedas con cara de idiota momento en el que el médico con cierta condescendencia pasa a un lenguaje profano en la materia y es cuando te dice que no tienes nada y que lo que te ocurre es normal. Ahí es cuando olvidas el mundo de las perrerías e incluso besarías a tu médico. Porque eso sí, en cuanto vas por segunda vez al médico se convierte en Tu médico.