domingo, 25 de octubre de 2009

Somos sobrevivientes

Sobrevivientes, palabra terrible. Cada vez que la veo en un periódico se me saltan los ojos. Dejémoslo claro, verbo: sobrevivir, sustantivo: supervivientes. Ya mosqueada lo busqué en el diccionario y encontré lo siguiente:

Yo no sé quién o quiénes hacen el diccionario pero no es la primera vez que me encuentro que un error repetido hasta la saciedad por los periodistas acaba recogido en el diccionario para que no lo sea. Véase influenciar. Ahora todo el mundo lo utiliza pero en su momento era incorrecto. El verbo influir, el sustantivo influencia. Dentro de poco encontraremos alante, total todo el mundo lo utiliza. Reconozco que yo le doy unas cuantas patadas al diccionario, pero a propósito y con la complicidad del oyente, los dos sabemos que está mal dicho. Hace mucho que no digo unísono, para mí es unicornio. No tengo mal las cervicales, sino las verticales, algunas veces hasta me cuesta decirlo bien. Cuando ocurre una "tremenda" desgracia, pero que mueve a la risa no es una tragedia sino una trigedia. Yo creo que todo el mundo tiene alguna palabra que retransforma o que utiliza malamente. Pero no la repetimos en la televisión hasta la saciedad haciendo que los académicos se plieguen incluyéndola en el diccionario para use y disfrute de todos los hispanohablantes.

Ya puestos a mí me gustaría que pudiésemos hacer que incluyesen algunas de nuestras palabras modificadas favoritas. Yo apuesto por dilurar. La palabra correcta es delirar, ya lo sé, pero a mí me gusta mucho más dilurar. Quizá sólo sea por espíritu de contradicción, pero ya puestos... Si conociese a algún periodista intentaría convencerle, porque como ellos tienen enchufe, seguro que en la próxima edición del DRAE lo incluyen. Yo por mi parte la utilizo mucho. Si Austin, Searle o incluso Grice tenían razón la palabra dilurar tendría que ser tan válida como cualquier otra. Además es una palabra nueva, supongo que es un enriquecimiento del lenguaje. Dilurar vendría a ser como delirar pero en vez de físicamente, algo más psíquico. Más o menos es como la utilizo yo. ¿Por qué el lenguaje tiene que estar en manos de unos pocos cuando somos muchos los que lo hablamos? Reivindico el derecho a participar en la confección del diccionario. Ya sé que no me va a servir de nada pero estamos en la era de los derechos, todo el mundo considera que tiene derecho a todo, aunque sea absurdo. Pues yo también. E invito a todo el mundo a ejercer el derecho de modificar las palabras a su antojo. Así que diluremos un poco.

jueves, 1 de octubre de 2009

Síndrome postvacacional

Vi en algún sitio una frase de la cual he sido muy consciente el año pasado. Hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de la primera Einstein no estaba muy seguro. Por mi cuenta, descubrí que, mientras la inteligencia puede aumentar de forma limitada, la estupidez lo puede hacer sin límite alguno. Bien está un poco de estupidez. Si hacemos examen de conciencia, pero siendo sinceros, a lo largo del día somos estúpidos en algún momento. Hasta aquí sólo he escrito obviedades. El asunto es los que se aprovechan de semejante debilidad, que son muchos. Entre los aprovechados, los más espabilados son los pisicólogos. Entiendo que después de leer esto ningún psicólogo lo vuelva a hacer, pero me da igual, yo tampoco les tengo simpatía. No dudo de que tienen que tener alguna utilidad, pero por un bien que hacen la de males que provocan es increíble. Entremos en tema, el síndrome postvacacional. Aprovechemos que prácticamente todo el mundo ya las ha disfrutado. Hasta que un psicólogo o varios o una confabulación de ellos no le pusieron nombre, el asunto era francamente normal. Pero ahora dan una excusa y producen una "enfermedad" en aquellos que no la padecían. Yo estoy segura de que si fuera a uno saldría con un montón de traumas y complejos, sin los cuales vivo perfectamente.
No creo que nadie, en su sano juicio, si eso existe, empiece con gran felicidad el primer día de trabajo después de las vacaciones. Levantarse a las 6 y diez, por obligación, después de haberte levantado a la hora que te daba la gana, si es que te levantabas, para ir al lugar del trabajo, no creo que sea para dar saltos de alegría. Tener que realizar una serie de tareas, por mucho que te gusten, con un plazo determinado, no creo que se pueda comparar a levantarse de la cama para arrastrarse al chiringuito de la playa, recorrer lugares desconocidos, descubrir senderos fascinantes... Tener que soportar a determinadas personas porque no te queda otra, a disfrutar de la compañía de aquellas personas a las que realmente aprecias o que a lo largo del periodo laboral no puedes ver porque están en el quinto pimiento, no es como para levantar el ánimo. Creo que esto hasta un estúpido lo entiende.
Es evidente que si estás amargado en tu trabajo, volver no puede más que enloquecerte, pero hay que reconocer que el problema estaba antes de irse de vacaciones, no aparece porque vuelvas de ellas. Francamente, empiezo a estar harta de que me tomen por idiota. Una cosa es la estupidez cotidiana y otra muy distinta la idiotez, estado permanente, me temo.

Por concluir de una forma positiva, creo que a grandes males, grandes remedios, así que a los pequeños ni te cuento. El rollo está es disfrutar de todo. De las vacaciones a todo dar, así cuando se acaben te queda la estupenda sensación de lo bien que lo pasaste. De la rutina porque permite mogollón de variaciones, que no apreciaríamos si no tuviésemos esa rutina. Para mí el único problema es la cantidad de variaciones que se me amontonan. Hay veces que hasta extraño una rutina, digamos que más rutinaria.